En la era digital, la comunicación a través de aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp y Telegram se ha vuelto omnipresente. Sin embargo, la práctica común de capturar pantallazos o capturas de pantalla de estas conversaciones no solo plantea problemas de privacidad, sino que también presenta desafíos significativos en términos de autenticidad y manipulación.
Capturar un pantallazo de una conversación puede parecer una forma rápida de conservar la evidencia de un intercambio digital, pero la realidad es que estos pantallazos no tienen un estatus legal sólido. La falta de autenticación y la facilidad con la que pueden manipularse plantean serios interrogantes sobre su validez en contextos legales y profesionales.
Los pantallazos son, por naturaleza, fácilmente manipulables. Desde la alteración de conversaciones hasta la creación de diálogos ficticios, la falta de un rastro digital seguro y autenticado hace que estas capturas de pantalla sean propensas a ser utilizadas de manera engañosa. La manipulación de pantallazos puede ocurrir tanto antes como después de la captura, lo que compromete su integridad.
La autenticidad de un pantallazo es difícil de verificar. A diferencia de las comunicaciones certificadas y autenticadas digitalmente, los pantallazos carecen de un sello de integridad. Esto significa que cualquier parte involucrada puede modificar el contenido y presentarlo como prueba sin una forma confiable de verificar su veracidad.
En lugar de depender exclusivamente de pantallazos, es esencial considerar alternativas más confiables para la conservación de la evidencia digital.
La falta de validez de los pantallazos destaca la necesidad de soluciones más seguras y confiables en la conservación de pruebas digitales. En contextos legales, es crucial adoptar prácticas que cumplan con estándares de integridad y autenticidad, evitando así la presentación de evidencia vulnerable a manipulaciones.